De SANDRO MEZZADRA. 

Intervención en la conferencia international “200 Marx. El futuro de Karl”, Roma, 14 de diciembre de 2018.

Intervenir en un encuentro sobre Marx, o más bien sobre su “futuro”, en una sesión titulada “Para la crítica del capitalismo global” plantea interrogantes. ¿Sobre qué se nos propone hablar? ¿Sobre la crítica a nuestro presente, aprovechando las lecciones de Karl, o sobre la crítica que éste articuló en el transcurso de su vida, hace ya mucho tiempo, a un modo de producción capitalista que desde su origen fue “global”?
No son preguntas retóricas. Una vez pasada la fase de la damnatio memoriae, o “condena de la memoria”, en la que la mera mención a Marx (en particular en Italia) provocaba conmiseración o fruncir de cejas, haremos bien en resistirnos a la tentación de aplicar linealmente al análisis del presente las categorías elaboradas por él. Profundamente “intempestivo”, según la adecuada definición de Daniel Bensaïd, Marx ha mantenido una relación compleja con su propio tiempo, tanto de adhesión como de repudio, tanto de apropiación como de distanciamiento, lo que marcó profundamente su pensamiento: leer (o releer) hoy sus obras significa exponerse a esta intempestividad.

Ciertamente, la gran lección del operaísmo italiano, la de que nuestra investigación “no debe confrontar a Marx con su tiempo, sino con el nuestro. El Capital debe ser juzgado sobre la base del capitalismo actual” 1, sigue siendo tan válida a finales del segundo decenio del siglo XXI como lo fue en los años sesenta del siglo XX. Pero será oportuno agregar una apostilla: para que esto sea posible, es esencial comprender y apreciar la historicidad específica de las categorías marxianas, no tanto para liberarlas de las incrustaciones de una era ya pasada como para reactivar el choque contra los límites de su tiempo (y de su propio pensamiento) que las constituyó. A mi entender, esto es un principio metodológico: la “actualidad de Marx” no coincide necesariamente con la actualidad de su sistema; reside tanto en los vacíos de su pensamiento como en las plenitudes de éste, tanto en sus derrotas como en sus triunfos “científicos”, en los problemas que nos ayuda a pensar y no sólo en las soluciones que ofrece. Nuestra interpretación de Marx, en otras palabras, debe ser filológicamente rigurosa y también “transformadora”, como escribió recientemente Étienne Balibar.

Una lectura bastante generalizada de Marx, tanto en Alemania como en el mundo anglófono, autodefinida como “nueva”, afirma que la crítica marxiana asume como su objeto “los determinantes esenciales del capitalismo, aquellos elementos que deben permanecer invariantes independientemente de cada variación histórica, de modo que se pueda hablar de ‘capitalismo’ en cuanto tal”2.
No obstante, pese a que es evidente que hay algo invariante en el capitalismo, esta formulación, recordada aquí por su influencia, reduce la crítica de la economía política al terreno de la lógica y suprime la importancia de secciones enteras de El Capital: la de la llamada “acumulación originaria”, por ejemplo, pero también y sobre todo el análisis de la transición de la manufactura a la “gran industria”, que metodológicamente es un modelo para la investigación de las características específicas asumidas por el capitalismo en una época histórica (mediados del siglo XIX) y en un lugar determinado (Inglaterra). Más en general, difumina un hecho que para mí es crucial y que Marx definió con una claridad sin precedentes al final de las páginas dedicadas a la burguesía en el Manifiesto: el carácter revolucionario del objeto de su crítica revolucionaria, esto es, del capitalismo.

Con respecto a lo que Marx llama el “viejo estilo de vida” (una fórmula en la que hemos aprendido a recomprender pasadas configuraciones de la propia relación de capital), “el capital funciona de manera destructiva”, leemos en los Grundrisse: “es constantemente revolucionario, derriba todas las barreras que obstaculizan el desarrollo de las fuerzas productivas, la ampliación de las necesidades, la diversidad de la producción y la explotación e intercambio de las fuerzas naturales y espirituales”3. Pensar con Marx hoy significa pensar (como revolucionarios) sobre esta “revolución permanente”, investigar las transformaciones que afectan a esos mismos “elementos invariantes” del capitalismo, desplazándolos y obligándonos a redefinir el alcance y el objeto de la crítica.
Además, hay que repetir y actualizar una y otra vez un gesto fundamental de Marx, su precursor rechazo a todo “nacionalismo metodológico”: pensar con Marx significa desarrollar la crítica en torno al “mercado mundial”. Weltmarkt, o mercado mundial, es una categoría que Marx define en su laboratorio filosófico juvenil a partir de una reflexión original sobre su conexión con la Weltgeschichte, la “historia del mundo” (en La Ideología alemana, en particular, y luego nuevamente en el Manifiesto), llenándola más tarde de determinaciones a través de su trabajo periodístico para el New York Daily Tribune en los años cincuenta del siglo XIX4. En los Grundrisse, el “mercado mundial” aparece como síntesis y condición de posibilidad (como “presuposición y resultado”) de la “revolución permanente” implementada por el capital, de su determinación expansiva estructural: “la tendencia a crear el mercado mundial”, escribe Marx en ellos, “se da de inmediato en el concepto de capital. Cada límite se presenta como un obstáculo a superar”5.

Este es un primer elemento “invariante” a incluir en una definición de capitalismo consistente con la crítica marxista, aunque debe advertirse que Marx no usaba el término capitalismo, sino más bien el de “modo de producción capitalista” o “formación social” capitalista. El capital como revolución permanente construye su historia como “historia mundial” y produce sus propios espacios en el horizonte del “mercado mundial”. Sin embargo, una vez que este último ha sido situado como “invariante”, se destaca inmediatamente el carácter abstracto de esta invarianza, lo que evidentemente no significa que sea “irreal”, teniendo en cuenta la intensidad de la reflexión de Marx sobre los efectos de realidad de la abstracción. El “mercado mundial” cambia radicalmente en la historia, desde el momento de su apertura a través de la conquista, el colonialismo y el genocidio descritos en el capítulo 24 del primer libro de El Capital.
La organización de los ciclos hegemónicos -tema tan presente en Giovanni Arrighi-, el imperialismo y también la insurgencia anticolonial y los movimientos de liberación modifican profundamente la constitución y el impacto del capital en las sociedades dominadas por él; este es otro aspecto de la formidable originalidad de la reflexión marxiana sobre el mercado mundial: dentro del capitalismo, la experiencia de los individuos está condicionada por él. Siendo ciertamente un invariante (sin él no hay capital en su significado moderno), el mercado mundial se presenta como radicalmente variable en la historia. Y la crítica debe hacerse cargo de esa variabilidad del invariante, si se me permite el juego de palabras.

Me gustaría señalar otros dos elementos “invariantes” que Marx propone para la definición del capitalismo, dos elementos fundamentales que comparten con el mercado mundial la paradoja de la variabilidad de lo invariante, aunque de diferentes maneras. Como es sabido, Marx escribe que “El movimiento del capital, por ende, es carente de medida”6. El único fin del capitalista es “el movimiento infatigable de la obtención de ganancias”7.

Podríamos derivar de esto algunas consideraciones sobre la subjetividad de esta figura del capitalista, que parece estar involucrado en una carrera que no tiene “otro objetivo u otra recompensa que seguir yendo adelante”. Podríamos derivar de esto algunas consideraciones sobre la subjetividad de esta figura del capitalista, que parece estar involucrado en una carrera que no tiene “otro objetivo u otra recompensa que seguir yendo adelante”8, como el hombre del que habla Hobbes en los Elementos de derecho natural y político. No obstante, aquí es más relevante subrayar cómo la valorización y la acumulación sin límites del capital son ciertamente rasgos constitutivos del capitalismo y que definen en términos muy generales su norma, en el doble sentido de “normalidad” y de “regla” fundamental, norma que se impone sobre y a través de otras reglas. El valor, escribe Marx, “pasa constantemente de una forma a otra, sin perderse en ese movimiento, convirtiéndose así en un sujeto automático” a través de “las formas  particulares de manifestación adoptadas alternativamente a lo largo de su ciclo vital por el valor que se valoriza”9.
Pero estas formas fenoménicas (dinero, mercancía) se refieren a procesos específicos de producción, que cambian históricamente tanto como la alternancia de las “formas fenoménicas” a través de las cuales se desarrolla la valorización. La acumulación sin límites de capital, por tanto, muta en calidad y significado al ritmo de estas mutaciones históricas.

Por lo demás, no se trata de una transformación que sólo es inherente al movimiento “automático” del valor, como es evidente cuando consideramos el tercer elemento “invariante” del capitalismo en la perspectiva marxiana: el capital, leemos en las últimas páginas de El Capital, “no es una cosa, sino una relación social entre personas mediada por cosas”10. Entran en juego aquí las figuras subjetivas que, en su relación, constituyen el capital, así como la convicción de Marx (a explorar en nuestro presente) de que la “autovalorización” del capital no es más que una apariencia y de que las fuentes del valor residen fuera de él, en su “encuentro” con el otro de sí mismo, esto es, con el trabajo. Es casi inútil añadir cómo, desde este punto de vista, las transformaciones de la “relación” son aún más intensas y dramáticas (pues inciden sobre cuerpos y “almas”), más allá incluso de la definición que Marx dio en la tercera sección del capítulo cuarto de El Capital, dedicada a la “compra y venta de fuerza de trabajo”, es decir, al análisis de la contratación de trabajo asalariado “libre”.

Confrontar a Marx “con nuestro tiempo” significa para mí extrapolar de su tiempo estos tres “invariantes” profundamente variables y hacer preguntas esenciales sobre la forma que toman hoy. ¿Qué es el “mercado mundial”, cómo está organizado, a través de qué tensiones y desequilibrios de poder se articula en el tiempo de la globalización y de sus crisis periódicas? ¿Cómo se determinan la valorización y la acumulación de capital en una era caracterizada por procesos de financiarización que parecen volver a proponer y exaltar la imagen del valor como “sujeto automático”? Ante estos procesos, ¿el capital sigue siendo una relación social? ¿Cómo, en particular, se transforman las figuras subjetivas de esta relación que, en la perspectiva marxiana, solo pueden estar marcadas por la explotación y el antagonismo?

Estas son preguntas fundamentales, en torno a las cuales muchas compañeras y compañeros trabajan desde hace mucho tiempo, pero que deben reproponerse y reformularse de vez en cuando para convertirse en piedras angulares de una gran investigación colectiva. En el corazón de esta investigación, como su motor, se encuentra necesariamente lo que me gustaría llamar la política de Marx, cuyos términos también deben ser puestos a prueba continuamente y redefinirse creativamente.
¿Cuáles son los términos de esta política? Los enuncio brevemente, limitándome a lo esencial: la política de Marx se basa en una crítica que, contrariamente a la “crítica crítica” de Bruno Bauer y sus “consortes”, no tiene un carácter meramente “negativo” sino que está más bien encarnada en el descubrimiento de la potencia constitutiva de una figura subjetiva específica, cuyo nombre oscila entre proletariado y clase obrera; es una política que reconoce como principio fundamental de movimiento la materialidad de la lucha de clases y desplaza radicalmente del centro de su problemática al Estado y al orden, para instalar en ella el rompecabezas de la liberación (aquella que en La Cuestión Judía Marx denomina “emancipación humana” para distinguirla de la puramente “política”), de una “autoliberación” de los explotados, considerando que “la emancipación (Befreiung) de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos”11.Comunismo es el nombre de este proceso de liberación.

Así se definen las coordenadas teóricas y políticas de una crítica del capitalismo global contemporáneo que esté a la altura del desafío planteado por Marx. Podemos decir que esta crítica es una crítica marxiana sin ignorar la necesidad de ampliar su horizonte para incluir contribuciones heterogéneas y para superar en el edificio teórico de El Capital esos denominados “puntos de estrés” (D. Harvey) o “puntos de herejía” y “bifurcaciones” (É. Balibar), y para valorizar una historia secular de luchas sociales que han inventado nuevos lenguajes de liberación y establecido nuevos parámetros para la crítica. Ciertamente es un proyecto ambicioso, en el que trabajar “sin garantías” a partir del intento de definir la peculiaridad del capitalismo contemporáneo: su diferencia específica en relación no solo al del tiempo “de Marx” sino también al que en el siglo XX se desarrolló bajo la hipoteca de la Revolución de Octubre, aunque con extremada variabilidad y diversas formas de manifestación a nivel mundial.

Obviamente, éste es un tema central en la discusión crítica, alrededor del cual se han formulado innumerables hipótesis. Por ejemplo, Étienne Balibar ha trabajado con gran rigor en los últimos años en torno a un programa de renovación de la crítica de la economía política, centrándose en particular en el papel de las finanzas en la intensificación de lo que Marx llamó “abstracción in actu“, esto es, el movimiento automático del capital autonomizado, actuando con la violencia de un proceso natural elemental”12. Y ha propuesto en varios escritos la fórmula de “capitalismo absoluto” para poner el acento en la cesura con el “capitalismo histórico” por la vía del “carácter autorreferencial de un sistema en el que ya no hay ninguna excepción real a la ‘producción de mercancías por medio de mercancías’ (P. Sraffa)”13.

Comprendo la importancia y radicalidad de la fórmula “capitalismo absoluto”. Sin embargo, me cuesta aceptarla como resultado último de la investigación sobre la naturaleza del capitalismo contemporáneo. Más bien al contrario, me parece que tal definición nos coloca frente a lo que, usando un término muy habitual en Balibar, se podría definir como una “bifurcación”. Desde mi perspectiva, la noción de “capitalismo absoluto” implica un desafío, apuntando al mismo tiempo hacia el riesgo de una confesión de impotencia. El capital, liberado de las bridas de la política y del mundo de los estados, y en particular de cualquier vínculo con su “otro” esencial -el trabajo, como quiera y pueda definirse éste-, construiría su mundo, su sociedad y su “cultura” sin obstáculos de ningún tipo, o sólo sufriendo contragolpes de naturaleza esencialmente reaccionaria. Ciertamente, no se trata de cuestionar la fenomenología presentada por Balibar (la “preferencia por la movilidad” del capital y la multiplicación de las “mercancías ficticias”, el carácter impregnante de las finanzas en la interpenetración de la organización de la producción y el consumo, el endeudamiento general de los pobres, por citar algunos aspectos). El asunto es, más bien, comprometerse en la difícil y arriesgada tarea de mostrar el “carácter absoluto” del capitalismo contemporáneo como apariencia (aunque caracterizada por efectos específicos de realidad, según modalidades ya familiares a Marx) y hacer emerger la trama de su dependencia sustancial respecto a la explotación de una cuenca heterogénea y múltiple de actividades que constituyen la metamorfosis actual de lo que en Grundrisse se conoce como “el verdadero no-capital”: el trabajo vivo14.

¿Cómo proceder en este sentido, con la modestia impuesta por el conocimiento de la dificultad de la tarea indicada? En mi trabajo con Brett Neilson he tratado de comprender la “diferencia específica” del capitalismo contemporáneo, subrayando que hoy en día son preeminentes (en la misma composición del “capital total”, con la misma orientación que lo que Marx llamó “revoluciones de valor”) operaciones de carácter esencialmente extractivo15.
Hemos tratado de fundamentar esta tesis (que, de diferentes maneras, es compartida por otros autores, desde Michael Hardt y Toni Negri a Saskia Sassen) con un análisis de las operaciones de capital en el sector extractivo en sentido estricto, en la logística y en las finanzas.
Hablamos de operaciones específicas de capital para indicar que el capitalismo actual no se reduce a sus determinaciones extractivas, aunque estas últimas ejercen una función de mando y sincronización sobre todo el proceso de valorización y acumulación. Y, en particular, tratamos de demostrar que el capitalismo contemporáneo no se caracteriza (en oposición a una tesis ampliamente difundida, por ejemplo en debates latinoamericanos sobre el llamado “neoextraccionismo”) por una primacía absoluta de la “desposesión”, usando el término atribuible a David Harvey. Lo que nos parece más importante analizar y comprender es la combinación de “desposesión” y “explotación” en lo que hoy necesitamos volver a definir, con todas sus diferencias, como la condición y la experiencia proletaria global.

No dispongo ahora de tiempo suficiente para hablar extensamente sobre las tensiones formidables y sobre las verdaderas y efectivas torsiones que tal trabajo implica con respecto al estatuto del concepto marxiano de explotación16. Daré un solo ejemplo, tomado precisamente del ámbito financiero, de cómo nuestro trabajo se refiere a Marx,. Es casi inútil subrayar cómo hoy en día el mundo de las finanzas, en la época del High Frequency Trading, o “Comercio de alta frecuencia”17 , es completamente diferente de aquel en el que se movía el “capital productivo de intereses” analizado por Marx en el tercer libro de El Capital. Sin embargo, en ese análisis hay un aspecto que me parece muy interesante, independientemente del significado que deba atribuirse a la categoría de “capital ficticio” que él utiliza en ese contexto: para Marx, las finanzas son básicamente una gigantesca “acumulación de derechos, de títulos jurídicos, sobre la producción futura”18.
Esta determinación de las finanzas, en última instancia política, como reclamación sobre la producción futura, sigue siendo decididamente actual (el término utilizado por Marx y que traducimos como “títulos jurídicos” es Ansprüche). Y muestra, en particular allá donde se analizan las formas de endeudamiento público y privado masivo que afectan a las poblaciones pobres y trabajadoras, que el contenido de la deuda contraída con el capital financiero es la obligación de participar en la “producción futura”, la coacción a asumir cualquier trabajo sea éste el que sea.

El capital financiero extrae, saca valor a través de la difusión molecular de esta coacción en el tejido de la cooperación social, que sin duda corresponde a procesos específicos de “desposesión”. Pero cuando la coacción se traduce en una práctica (en otras palabras: cuando para pagar la deuda cada proletaria pone a trabajar su propia fuerza de trabajo) se entra necesariamente en relación con diferentes figuras del capital, cuyas operaciones se caracterizan por procesos específicos de “explotación”. Esa es la combinación de desposesión y explotación que mencioné anteriormente. Y será necesario agregar, a modo de ejemplo muy simplificado, que nuestra proletaria tiene ante sí una gama muy amplia y  heterogénea de prestaciones laborales (de modalidades de puesta en acción de su propia fuerza de trabajo): trabajar en una fábrica o sobre-explotada en un sweatshop o una maquila, en un supermercado o en una casa, puede ser masajista o puede vender drogas en la calle. Esto es algo fundamental, que debe discutirse con mucha más amplitud, investigando las metamorfosis y las infinitas combinaciones de desposesión y explotación que se nos presentan: me limito aquí a decir que a los procesos de financiarización y, en general, a la primacía de las operaciones extractivas de capital, corresponde lo que Brett Neilson y yo hemos llamado la multiplicación del trabajo19.

Cerraré esta intervención hablando de este tema, de la multiplicación del trabajo, y haciendo algunas consideraciones sobre el concepto de clase, tan importante como vago en la obra de Marx. En el Manifiesto, Marx y Engels señalan como “objetivo inmediato de los comunistas” la “constitución del proletariado en clase”20. Ya en las propias páginas del Manifiesto podemos ver cómo este proceso de formación (de subjetivación política del proletariado, podríamos decir hoy) fue imaginado por sus autores como una especie de inversión de la dinámica de nivelación y homologación de la condición proletaria determinada por la mecanización del trabajo y de la producción en la fábrica. En El Capital, en el marco del análisis antes mencionado sobre la transición de la manufactura a la “gran industria”, Marx continuó elaborando esta hipótesis, destinada a ejercer una gran influencia en las siguientes décadas. Particularmente en Europa y en Occidente, la clase (obrera) fue pensada bajo el signo de una homogeneidad esencial, mientras que en otras partes del mundo la traducción política de este modelo chocó con una multiplicidad de fricciones y resistencias, lo que hace apasionante una lectura “contra la corriente” del archivo de los marxismos no occidentales21.

Hoy se trata de recuperar el problema de la “formación del proletariado en clase” fuera de este paradigma, lo que también significa, desarrollando una indicación esencial de Balibar, volver a valorizar la tensión entre “proletariado” y “clase obrera”. Cuando se encara en profundidad el reto de la “multiplicación” del trabajo, este problema se presenta hoy en términos de constitución de la multitud en clase. Un “abigarrado tropel formado por obreros de todas las profesiones, edades y sexos que se agolpan ante nosotros más acuciosamente que ante Odiseo las almas de los victimados”22: esta imagen extraordinaria, empleada por Marx para representar el “material humano” sobre el cual la “gran industria” ejercía su obra de nivelación, es básicamente una buena aproximación de la composición del trabajo vivo contemporáneo. La diferencia atraviesa hoy a la clase, marca su composición y organiza su gestión por el capital, de una manera que ciertamente no es nueva, como nos han enseñando quienes investigan sobre la relación entre clase y raza y sobre la “producción social de la diferencia” en Estados Unidos y otros lugares23.

El “grado de separación entre los trabajadores”, para recuperar la fórmula de Michael E. Lebowitz24, es ciertamente una variable esencial desde este punto de vista. Sin embargo, la diferencia no se presenta sólo bajo esta forma, y ​​Marx no siempre nos ayuda a comprender sus múltiples manifestaciones. Pensemos en su análisis del desarrollo del trabajo de las mujeres en la “gran industria”, hecho posible por las máquinas utilizadas como “medio para emplear a obreros de escasa fuerza física” y, por lo tanto, palanca esencial para el aumento del número de trabajadores “sometiendo a todos los integrantes de la familia obrera, sin distinción de sexo ni edades, a la férula del capital”25.
Como trabajo literalmente descualificado, el trabajo de las mujeres (y el de los niños) es para Marx, simultáneamente, síntoma y motor de una nivelación posterior del trabajo global, espejo de la homogeneidad de la clase. ¿Se podría hoy decir algo similar sobre el trabajo de las mujeres, en la época de la huelga feminista transnacional que restituye, en la insubordinación, la profunda heterogeneidad de su trabajo, la formidable riqueza de “habilidad” y “cuidado” de la que ellas tejen la trama?
Marx prosigue su análisis escribiendo que “el trabajo forzoso en beneficio del capitalista no solo usurpó el lugar de los juegos infantiles, sino también el del trabajo libre en la esfera doméstica, ejecutado dentro de límites decentes y para la familia misma”26. ¿Trabajo libre? ¿Límites decentes? ¿Para la familia misma? Sobre esto la crítica feminista ya ha dicho todo27. Y ha señalado una “diferencia” que constituye hoy, más allá de Marx, un campo de batalla decisivo en el que volver a pensar la clase. ¿Podemos hacer esto dentro de las coordenadas del proyecto marxiano que indiqué anteriormente? Por el momento me gustaría dejar abierta esa pregunta.

(Traducido por Trasversales)

Las notas numeradas como xxnt no son del autor, sino de la traducción. Para las referencias a libros, revistas o textos se han utilizado ediciones en castellano cuando hemos podido localizarlas.

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  1. M. Tronti, “Marx ieri e oggi” (1962), en Operai e capitale, Torino, Einaudi, 1971, p. 3 [“Marx, ayer y hoy”, en Obreros y capital, Akal]. 

  2. M. Heinrich, An Introduction to the Three Volumes of Karl Marx’s Capital, New York: Monthly Review Press, 2012, p. 31 [nt: Heinrich dice algo similar en ¿Cómo leer El Capital de Marx?, Guillermo Escolar Ed., 2018, p. 14: “Si decimos que tanto en la Inglaterra del siglo XIX como en la Alemania de principios del siglo XXI hay capitalismo, entonces tiene que haber algo común que permita la utilización de ese concepto. Y precisamente a ese algo común que encontramos en todo capitalismo desarrollado es a lo que está dirigida su exposición”] 

  3. K. Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, volumen I, Siglo XXI, p. 362. 

  4. S. Mezzadra e M. Espinoza Pino, “Cartografie globali. Il concetto di mercato mondiale in Marx tra giornalismo e teoria”, S. Petrucciani (a la atención de), Il pensiero di Karl Marx. Filosofia, politica, economia, Roma, Carocci, 2018, pp. 177-208. 

  5. K. Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economia política (Grundrisse) 1857-1858, volumen I, Siglo XXI, p. 360. 

  6. K. Marx, El Capital, Libro primero, volumen I, Siglo XXI, 1984, p. 186. 

  7. Ibid., p. 187. 

  8. Th. Hobbes, Elementi di legge naturale e politica, Firenze, La Nuova Italia, 1985, p. 75 

  9. K. Marx, El Capital, Libro primero, volumen I, Siglo XXI, 1984, p. 188 

  10. K. Marx, El Capital, Libro primero, volumen III, Siglo XXI, 1980, p. 957 

  11. K. Marx e F. Engels,”Carta circular a A. Bebel, W. Liebknecht, W. Bracke y otros”, Marx y Engels, 17 al 18 de septiembre de 1879. 

  12. K. Marx, El Capital, Libro segundo, volumen IV, Siglo XXI, 1976, p. 124. 

  13. É. Balibar, “Critique in the 21st Century”, en Radical Philosophy, 200, Nov/Dic 2016. 

  14. K. Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economia política (Grundrisse) 1857-1858, volumen I, Siglo XXI, p. 215. 

  15. Véase S. Mezzadra y B. Neilson, The Politics of Operations. Excavating Contemporary Capitalism, Durham, NC, Duke University Press, 2019. 

  16. Véase S. Mezzadra y B. Neilson, “Entre extraction et exploitation: des mutations en cours dans l’organisation de la coopération sociale”, Actuel Marx, 2018/1, 63. 

  17. nt: La “negociación de alta frecuencia” suele referirse a operaciones financieras realizadas sobre la base de potentes equipos informáticos y de algoritmos automáticos que permiten realizar un gran número de operaciones en las que cada una puede aportar una pequeña ganancia casi instantánea pero que en conjunto pueden dar grandes beneficios. 

  18. K. Marx, El Capital, Libro tercero, volumen 7, Siglo XXI, 1977, p. 603. 

  19. nt. La expresión multiplicación del trabajo hace referencia a dinámicas de diversificación de los tipos de trabajo y de producción, a la intensificación del trabajo y a la apropiación por éste de la vida de las personas, a la transformación de la organización económica y social del trabajo derivada de su carácter cada vez más heterogéneo. Al respecto, puede verse S. Mezzadra y B. Neilson, La frontera como método, Traficantes de sueños, 2017. 

  20. K. Marx – F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx, México, 2011, p.58. 

  21. Véase, por ejemplo, pese a algunos de sus límites teóricos, el libro de H.D. Harootunian, Marx after Marx. New York, Columbia University Press, 2014. 

  22. K. Marx, El Capital, Libro primero, volumen 1, p. 305, Siglo XXI, 1984. 

  23. Véase, por ejemplo, L. Lowe, Immigrant Acts: On Asian American Cultural Politics, Durham, NC, Duke University Press, 1996 y D. Roediger, Race, Class and Marxism, Londres – New York, Verso, 2017. 

  24. Véase M.E: Lebowitz, “The Politics of Assumption, the Assumption of Politics” en Historical Materialism, 14, 2006, 2. 

  25. K. Marx, El Capital, Libro primero, volumen II, Siglo XXI, 1979, p. 480-481.  

  26. Ibid., p. 481. 

  27. Sin embargo, debe reconocerse la intensidad de la reflexión crítica de Marx sobre la familia en los últimos años de su vida. Comentando Ancient Society, de Lewis H. Morgan, anotó, por ejemplo, en sus cuadernos etnológicos sobre la “familia patriarcal” romana lo siguiente: “La familia moderna encierra en germen no sólo el servitus (esclavitud) sino también la servidumbre, pues se halla ligada de antemano a servicios agrícolas. Es la miniatura de todos los antagonismos que se despliegan posteriormente en la sociedad y su Estado” (Los apuntes etnológicos de Karl Marx, transcritos, anotados e introducidos por Lawrence Krader, Ed. Pablo Iglesias – Siglo XXI Ed., 1988, p. 94). Veáse H. Brown, Marx on Gender & the Family. A Critical Study, Leiden – Boston, Brill, 2012 (en particular, los capítulos 5 y 6).